Misfits
es la serie más gamberra que ha parido, a día de hoy, la gloriosa Gran Bretaña.
No hay más que ver su potentísima intro, con la frenética
canción “Echoes” de la banda The
Rapture, para darse cuenta. Misfits supone un paso adelante, en lo que a mala hostia se refiere, desde otra serie británica de temática juvenil: la también
excelente Skins.
El
punto de partida tiene como protagonistas a un grupo de jóvenes que, por diversas
causas, resultan obligados a realizar trabajos para la comunidad y cuenta cómo
una extraña tormenta los dota de misteriosos súper poderes -invisibilidad, control de las personas por
atracción sexual, viajes en el tiempo, telepatía, etc.- que van descubriendo escalonadamente
y actúan como excusa para que esta agudísima comedia relate las relaciones de
amistad, amor y sexo entre los personajes.
Si un pero se le puede poner a Misfits es la absoluta (e intuyo
pretendida) dependencia del personaje más irreverente: Nathan Young. Este,
descarado, engreído y bastante salido, eleva a la trama a sus cotas más altas
de cinismo y humor negro. Es un personaje inolvidable, que en un incisivo discurso, dota de su
propio “libro de estilo” a la serie.
Se
trata, además, de una producción que no sólo se ve libre de la estúpida y poco creíble
moralina presente en buena parte de las
series de temática teenager; sino
que aporta una visión tremendamente ácida y realista, por cómo estos chavales
afrontan las más extremas y absurdas situaciones que puedas imaginar.
Cuenta Misfits con una banda sonora sencillamente
espléndida y una fotografía que deslumbra frescura. Y es, para terminar, una
apología de la juventud más gamberra y políticamente incorrecta, acaso
delictiva; y no exenta de una cierta dosis de crítica social.
No hay comentarios:
Publicar un comentario